Caminamos entre nubes, líquenes y pastos enigmáticos escuchando el susurro de la Laguna.
Lo que a punto de afanes olvidamos por cotidiano y común, ahora se nos presenta en la forma diminuta de una gota de agua que revela claves sobre cómo nos conectamos con la vida en el páramo.
Ha sido una experiencia sensitiva e impactante que inspira respeto. Con solo dar unos pasos ya estamos rodeados de unas 50 especies, entre musgos, helechos, líquenes, bromelias, orquídeas y pastos. Es mucho por soñar.
Amaneció con un cielo encapotado que anticipaba una jornada de introspección y descubrimiento en El Verjón, un escenario que desafía nuestra comprensión de la naturaleza con la que convivimos. Iniciamos nuestro circuito de exploración no solo como una travesía física, sino como un diálogo íntimo con el entorno.
La caminata de este colaboratorio abierto de APICCA COMÚN comenzó al alba. Acompañados de un clima fresco y nublado; el camino se presentó como el preludio perfecto para una jornada de observación y reflexión. Con cada paso nos equipamos no solo con lo necesario para el trayecto, sino con una disposición abierta a los encuentros sorpresivos que el páramo nos reservaba.
Fue un camino ameno y con gran enseñanza sobre los detalles minúsculos en tamaño pero significativos en cuanto a su función regenerativa en el ecosistema. Nos permitimos contemplar sonidos, olores, sensaciones e imágenes que nos invitan a regresar a aquel cobertizo paramuno que esconde la Laguna El Verjón, y que nos hacen querer a estas montañas que habitamos.
Uno de los primeros encuentros significativos fue con una roca que albergaba todo un micro-hábitat multiespecie. Este hallazgo nos habla de la diversidad y complejidad de las formas naturales, invitándonos a reconsiderar las diferentes escalas del mundo natural.
Más adelante, la riqueza biológica se hizo evidente al encontrarnos con especies únicas como el líquen Dibaeis sp. (liquen de tierra rosa) y el Stereocaulon pomiferum, pequeñas joyas de la biodiversidad que nos recuerdan la delicadeza y la fragilidad de estos ecosistemas.
Entre las especies destacadas, Paepalanthus karstenii y Lalchemilla orbiculata se presentaron no solo como componentes de la flora local, sino como símbolos de la interacción y adaptación. La primera, mencionada en contextos de plantas “protocarnívoras”, y la segunda, desafiando las expectativas con su floración, nos hablan de la adaptación y la sorpresa constante que la montaña nos ofrece.
Ingrid Obando
Licenciada en biología y coordinadora de UBA quien impulsa LaBosquescuela, un lugar para el aprendizaje en torno a la botánica aplicada.